Hoy celebramos el Día del Padre, una fecha que algunos reclaman nunca ha alcanzado la importancia del 10 de mayo, pero que noto que en el imaginario colectivo ha ido cobrando mayor relevancia en las recientes décadas, conforme se ha ido replanteando la figura tradicional del padre hacia nuevas formas de paternidad más involucradas con la crianza de las hijas e hijos.
Para muchas personas, su padre era aquel hombre que llegaba en las noches a cenar, después de pasar todo el día fuera de casa trabajando; alguien con quién convivían los domingos y que nunca se ocupaba de hacer la comida, darles la medicina cuando estaban enfermas, o dar consuelo cuando un noviazgo adolescente terminaba. La voz fuerte que decidía desde las más mínimas compras, permisos, salidas, escuela de hijas e hijos, castigos, y demás decisiones en la familia. El proveedor, el dueño del dinero a quien no había que darle problemas con “minucias” pues necesitaba descansar para repetir la rutina laboral al siguiente día.
Entre esas “minucias” podían estar que Karlita se cayó de la bici y se le hizo un raspón, que Pedrito reprobó matemáticas porque se distrae haciendo unos dibujos maravillosos, o que Laurita la mayor está teniendo problemas de acoso escolar.
Y así los niños llegaban a la edad adulta habiendo tenido escasas pláticas sustanciosas con ese misterioso hombre que siempre les había hecho falta, y los padres un día se daban cuenta que los niños ya habían crecido extrañando terriblemente las risas de los juegos no jugados, los abrazos tiernos que se le dan a la persona en quien más se confía y a quién no le temes.
Se calcula que los padres mexicanos pasan 51 horas semanales trabajando, en contraste con las 15 horas que dedican a su hogar. Esto no se debe únicamente a una falta de disposición de ellos, sino primordialmente a las estructuras económicas patriarcales que han impuesto en los hombros masculinos el rol de proveedores, sin contemplar su faceta reproductiva.
Increíble pensar que en nuestro país la licencia por paternidad fue implementada por primera vez en 2008, por la Comisión Nacional de Derechos Humanos para sus empleados. Hasta 2010, otras dependencias fueron adoptando la medida poco a poco, y posteriormente se volvió una acción afirmativa de toda la administración pública federal. Lamentablemente no se usa siempre como debería, sino como una “vacación” en vez de una oportunidad de meterse de lleno a la crianza.
La inminente resignificación de la figura del padre es imperiosa. Aunque hoy es más común ver a padres involucrados con la crianza desde el embarazo, así como en las labores del hogar, todavía no es la mayoría, ni se asume como uno de los pilares del proyecto de vida, sino como una ayuda para la madre sobre la que se sigue depositando la responsabilidad de las hijas e hijos. Afortunadamente, el cambio ya está ocurriendo: las paternidades afectivas están presentes.
Enhorabuena para todos los papás, especialmente para todos quienes ejercen paternidades activas, cuyas principales características son el afecto y la cercanía, un derecho de hijos e hijas y del padre mismo, pues un padre presente y cariñoso es vital para fortalecer la autoestima y la confianza en el mundo. ¡Felicidades! Muchas gracias papi, allí donde te encuentres, por tanto amor.