Las políticas públicas de este gobierno estatal referentes al turismo parecen seguir un modelo copiado de España que los estudiosos ibéricos han llamado “Modelo San Miguel”, sobre todo en lo referente a la promoción de un turismo al que se le ofrece Oaxaca como un escaparate gastronómico artificial, motivado en el deseo de atraer turismo pudiente. Este modelo tiene sus efectos negativos que colectivos y grupos organizados de la sociedad civil están intentando detener.
Cuando el gobierno se vuelca en apoyo de ciertos sectores en detrimento de otros es momento de poner lupa en lo que está haciendo. Es notorio el enorme apoyo al mezcal y al café y, por lo menos en el caso del mezcal, gracias al trabajo de algunos periodistas, han salido a la luz los favoritismos, conflictos de interés o, de plano, actos de corrupción.
El caso del café también es llamativo por el enorme esfuerzo de posicionar el oaxaqueño. Noble esfuerzo, hay que reconocerlo, pero seguramente no llegará muy lejos debido a que el café veracruzano y el chiapaneco están ampliamente reconocidos con amplísima ventaja a nivel nacional.
Es necesario decirle a políticos y público en general: Oaxaca no es el ombligo del mundo, existen otras ciudades hermosas, otras culturas maravillosas y otras gastronomías patrimonio de la humanidad. Debemos estar orgullosos y promocionar lo nuestro, pero sin perder el piso ni dejarse manipular por políticas públicas engañosas basadas en necesidades políticas e intereses personales.
Existen estudios, sobre todo en Europa, sobre la gentrificación y sus efectos perniciosos. Ahora están apareciendo los estudios sobre el impacto negativo de la “gourmetización” de la comida popular a fin de convertirla en una vivencia exótica. Una promoción folclórica e irresponsable de la cocina tradicional oaxaqueña la volverá altamente comercial. Traerá dinero, pero la desgastará y provocará un efecto de rechazo al chotearla. La visión cortoplacista no es buena consejera, aunque ya sabemos que el gobierno no ve ni escucha a nadie fuera de su burbuja.
De acuerdo con la profesora Sara González en su ensayo “La gourmetización de las ciudades y los mercados de abasto. Reflexiones críticas sobre el origen del proceso, su evolución e impactos sociales”: “El discurso público reproducido en medios de comunicación y por las autoridades es que, para sobrevivir, el mercado debe de abandonar su función de espacio público destinado a la compra de productos de necesidad con precios asequibles para convertirse en un destino de ocio especializado en experiencias auténticas y, sobre todo, gastronómicas, dirigidas a un consumidor de alto poder adquisitivo. Estas transformaciones de los mercados y del comercio de proximidad, de forma más general, están creando nuevas formas de exclusión que tienen un impacto sobre todo en los grupos más marginales de las ciudades que ven un espacio más fuera de su alcance.” (Publicado en el dossier: Gentrificación, privilegios e injusticia alimentaria, por FUHEM).
El ejemplo más claro de este efecto pernicioso es el traslado de la convivencia social de las plazas públicas a los centros comerciales. Lo mismo que la compra de artículos de primera necesidad, que se ha trasladado a los supermercados por razones de higiene, comodidad o seguridad, sin analizar que es el propio gobierno quién ha quitado todas estas inversiones a los antiguos mercados tradicionales y entregado los mismos, al menos en Oaxaca, a conocidas mafias de líderes de toda calaña que sirven de clientela política.
“Algunos mercados se han transformado completamente en espacios de consumo de productos premium o gourmet, sobre todo destinados a turistas o visitantes ocasionales. El modelo más famoso internacionalmente es el del Mercado San Miguel en Madrid, un mercado tradicional de hierro abierto en 1916 y localizado en el centro histórico de la ciudad que fue después remodelado y reabierto en 2009 como “meca de los sibaritas”. Afirma la profesora Sara González. En Oaxaca se pretende lo mismo.
El efecto de esto se ve en la reducción de espacios para el consumidor local a favor de puestos de productos para el turista. Nos traen recursos, no hay que dejar de reconocerlo, pero crea un sentimiento de exclusión que es palpable, por ejemplo, durante la Guelaguetza que, de un festival popular se convirtió en uno exclusivo para turistas y políticos gorrones.
Copiar modelos extranjeros de desarrollo y aplicarlos sin tomar en cuenta los efectos negativos es irresponsable. Favorecer a unos cuantos consentidos de la corte de palacio con concesiones, lugares privilegiados, créditos, información exclusiva o publicidad gratuita disfrazada de comunicación social es en lo que no estamos de acuerdo muchos oaxaqueños.
No hay obras ni inversión excepto en lo que parece un plan maestro que solo favorece algunos intereses económicos.
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