Yo tuve mucha suerte, pues no vi en la conducta de mi padre en familia actitudes misóginas o violentas, al revés: siempre fue amoroso y, en general, apoyaba mis decisiones sobre mi quehacer y el rumbo de mi formación académica, profesional y personal; incluso cuando se trató de decisiones laborales que él no compartía, como mi decisión de dejar un trabajo formal como directora general y volverme freelance, o de decisiones amorosas como ser novia de un hombre 20 años mayor que yo (claro, yo era una mujer de 28 años, no una niña). Mi papá me dio su punto de vista, pero me respetó y apoyó, a veces aun en contra de sus propias creencias de hombre formado en una masculinidad hegemónica y patriarcal. Jamás cerró el diálogo y antepuso siempre su amor de padre hacia mí a cualquier otra consideración o principio moral.
Bien se dice que hijas e hijos aprenden más del ejemplo de sus progenitores durante la crianza, que de lo que pudieran decirles de manera reiterada, repetitiva, insistente a lo largo de la vida. La congruencia entre el decir y el hacer es la mejor maestra.
Y desde la experiencia personal quiero aludir a lo positivo de esa forma de ser padre, que tanto disfruté, pero, sobre todo, que hoy valoro y reconozco como esa seguridad de sentirme amada, los consejos en su voz profunda y suave, su cariño protector y amor incondicional al estar siempre para mí. Esa guía y cuidado que aún siento, aunque ya desde otro plano.
Hoy en día, diversos estudios señalan que el vínculo psicoafectivo establecido entre padre e hija influye de manera decisiva en su vida adulta, al contribuir, por ejemplo, al desarrollo y fortalecimiento de la autoestima, de la seguridad en sí misma, de manera similar a la calidad afectiva de la relación hija-madre.
Niñas amadas incondicionalmente por sus padres (obvio también por sus madres, abuelas y abuelos) crecen con autoestima alta, y en su vida adulta son capaces de manifestar asertivamente sus sentimientos y afrontar mejor los obstáculos de su vida. Con mayor probabilidad las mujeres con alta autoestima no toleran ni permiten ser violentadas, detectan más fácilmente un maltrato y son capaces de salirse de ese círculo o espiral. Por ello es tan importante para una sociedad el que quienes son padres, ejerzan una paternidad activa, afectiva y cercana especialmente con las hijas. Muy distinto, estoy segura, sería el panorama en términos de igualdad, de no violencia y desarrollo colectivo en nuestro país si tuviéramos más paternidades de este tipo.
Pero seguramente me dirán: y ¿cómo se logra eso, y qué hacer y dónde empezar? Pues menuda tarea. Se precisa de mostrar respeto y amor incondicional de padres a hijas, sin importar su edad, ello para fomentar su amor hacia sí mismas. Además de destinar tiempo a la escucha de calidad, mostrando interés por sus actividades, conocer sus gustos, ideas, sentimientos, sus temores y de ser posible compartir tareas, tanto en las labores de casa como en alguna afición. Así, ella no permitirá de nadie menos que eso, sobre todo hablando de hombres.
Modelar la visión del mundo y entender el lugar que se ocupa en él deriva de la relación padre-hija, de acuerdo con Joyce McFadden psicoanalista y autora del libro Your Daughter’s Bedroom: Insights for Raising: El cuarto de tu hija: ideas para criar una mujer confiada. Entonces ese es el llamado a los hombres con hijas, en medio de una sociedad bombardeada por los estereotipos machistas. Como sociedad, tenemos mucho más que ganar con niñas y mujeres no sumisas, no conformes.
Y dada la ocasión, quiero reconocer y pues honor a quien honor merece. A pesar de sus compromisos laborales, ya en la política estatal o en el ámbito nacional, como abogado, como funcionario, como compositor, Don Pedro Vásquez Colmenares pudo ejercer una paternidad afectiva, positiva, tan de gran calado que a casi 10 años de su ausencia física aún lo siento tan cerca mío, con ese gran amor por su tierra que me transmitió, su pasión creativa, siempre alegre, con su música y su piano, leyendo, interesado en todos los temas, multifacético, amante de la tecnología y de la música. Tan cariñoso y más conmigo. Recuerdos que persisten no solo en mi memoria, sino en la de mucha gente cuyas vidas tocó para bien. Eternamente y con todo mi amor gracias, papá, por ser lo que soy.