El día treinta de octubre se celebró el Halloween, y el dos de noviembre el Día de Muertos o los Fieles Difuntos. Ambas “fiestas” son, en su origen, totalmente distintas y con raíces diferentes, aunque se estén mezclando actualmente una con la otra. El Halloween es originario de Irlanda, con antecedentes celtas, y se refiere a una Noche de Brujas, sin monstruos o calaveras; fue llevado a Estados Unidos por inmigrantes irlandeses y, en ese país, obtuvo de hecho carta de naturalización.
Por lo que se refiere al Día de Muertos es una costumbre prehispánica muy antigua, en la que sus creyentes piensan que sus fieles difuntos regresan a visitar a sus familias, y es por eso que para facilitarles y que recuerden el camino, se usan veladoras, velas y flores, se duerme el día anterior en los cementerios y en los hogares se presenta un altar con las fotos y alimentos que gustaban a los antepasados, todo, originariamente, sin monstruos, vampiros, brujas o calaveras.
Ahora bien, la calavera apareció más recientemente, y es posible que haya sido por influencia de los templos aztecas como el centro ceremonial o Templo Mayor, que está adornado precisamente con cráneos en el centro de la Ciudad de México.
Las catrinas tan en moda en estas fechas, fueron ideadas y dibujadas por el periodista, dibujante y caricaturista José Guadalupe Posadas, por el año de 1915, y retomada la imagen por Diego Rivera, quien se pintó a sí mismo en un famoso mural, de la mano con una catrina.
Así las cosas, no hay que confundir ambas tradiciones.
Yo también soy Pueblo.
Por allí nos encontraremos.