A raíz de la conquista de los franceses a España en los inicios del siglo XVII, el Virreinato de la Nueva España, hoy República mexicana, entra en crisis de legitimidad. La caída del soberano español es un problema grave, se ha quedado sin soberanía y sin sustento. Solo la genialidad del síndico de la Ciudad de México, cabeza y corazón del Virreinato, Francisco Primo de Verdad, dio la salida al proponer que en vista de que no hay soberano, el único soberano sería el pueblo.
La propuesta hecha el 1808 les ha otorgado a los siguientes gobiernos, por más de doscientos años, la debida legitimidad, al sustentarse bajo este principio. Digo sustentarse. pero no materializarse efectivamente en este principio soberano. Los que han gobernado nuestro país por más de doscientos años, han simulado apegarse a la soberanía del pueblo. Le han dado la vuelta, lo han manipulado, engañado, lesionado, enfermado, mutilado, burlado, unos más que otros, pero nadie como Andrés Manuel López Obrador, ha llegado, al colmo, de sentirse el propio pueblo, es decir, ser el soberano de México.
El régimen político que más se acerca a la soberanía del pueblo es la democracia, es decir, el poder del pueblo. La salud de la democracia se mide por su identidad con el pueblo, mientras más cerca mejor. Si un gobierno no se apega a los principios y valores de la democracia, ese gobierno no se puede definir como democrático por ningún motivo. Entonces, existen valores y principios de la democracia que habría que respetar. Por ejemplo, la participación.
Mientras más participa el pueblo en las decisiones de gobierno más sana es la democracia. Si en las elecciones se obtiene una participación intensa, amplia, deliberada, de los ciudadanos, estamos ante una democracia robusta, sana, actuante. Por eso, se deben institucionalizar las más diversas formas de participación del pueblo en las decisiones públicas, en forma directa o a través de sus delegados. Las formas directas pueden ser: las elecciones para elegir a sus gobernantes; la revocación del mandato para quitarlos; el plebiscito y el referéndum que son formas de consulta al pueblo sobre temas y decisiones de gobierno; consulta a los pueblos indígenas sobre decisiones de gobierno que les afectan; iniciativa popular para que el propio pueblo presente proyectos de leyes; Asambleas Generales Comunitarias, reunión de ciudadanos comunitarios para toma de decisiones fundamentales; Asambleas Estatales y Nacionales, reunión de los pueblos indígenas para ejercer sus derechos y las diversas formas de participación de los ciudadanos en la administración pública. Las formas indirectas, son aquellas en que el pueblo participa a través de sus delegados o representantes. Su expresión cotidiana son las cámaras de diputados y senadores.
Para que estas formas de participación sean efectivas, el pueblo tiene que ser libre, no debe ser motivo de presión, coacción, de compra de voluntades, de manipulación desde los aparatos del poder público. Entonces, para lograr una sana democracia, el voto del ciudadano tiene que ser libre. Aquí tenemos un problema grave, en toda nuestra historia política, el ciudadano mexicano no ha sido libre para votar. Sea por necesidad, por coacción, por compra, por ideología, porque así lo ha determinado el gobernante, el líder o el cacique.
Este problema se ha recrudecido en los últimos tiempos de nuestra vida política. Para el colmo, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha expresado que el votante pobre, necesitado, que es sujeto de la atención de la administración pública, es un votante leal, que respalda las acciones de su bienhechor. Por esta vía de razonamiento se puede llegar a la conclusión que un pueblo que se le mantiene pobre es más susceptible de manipular política y electoralmente. Vaya, cinismo la suya.
La cifra es brutal, existen 28 millones de mexicanos, que de una manera u otra reciben apoyos del gobierno, que son tratados como clientela, como objetos de votación, que han recibido los apoyos del gobierno, no porque sea su obligación, sino es un favor que le otorga el gobernante. Estas acciones han deformado al soberano, está a merced de su amo, en lugar de ser lo contrario: el gobernante a merced del soberano. Este día de junio debemos de alejarnos de nuestra condición de súbditos y ser libres de la manipulación de los gobiernos despóticos, autoritarios, simuladores y mentirosos, e iniciar una Nueva Era de la Democracia. Recobremos la Soberanía del Pueblo, por el Bien del Pueblo. Hagamos realidad de ese deseo del mexicano Francisco Primo de Verdad: La Soberanía Radica en el Pueblo.