Chichén Itzá, una joya arqueológica en la península de Yucatán, México, sigue revelando secretos de la civilización maya a través de recientes hallazgos y estudios científicos. Un equipo internacional de investigadores, en colaboración con los Institutos Max Planck y diversas instituciones mexicanas, ha llevado a cabo un análisis profundo de restos óseos de niños sacrificados en el sitio entre los años 600 y 1100 d.C.
Ancient #Maya genomes reveal ritual human sacrifice at Chichén Itzá. New study by an intl. team, incl. @jrockdrigo, Oana Del Castillo-Chávez @INAHYucatan, @KathrinNaegele, Christina Warinner @WarinnerGroup & Johannes Krause. See: https://t.co/LMUnf3mTev & https://t.co/a8l8aZtMA9 pic.twitter.com/WDodsXYTAz
— MPI-EVA Leipzig (@MPI_EVA_Leipzig) June 12, 2024
El estudio, publicado en la revista Nature, ha revelado que todos los 64 individuos sacrificados eran niños varones, muchos de ellos relacionados entre sí y destacando dos pares de gemelos idénticos. Esta revelación ha cambiado la percepción de estos rituales, sugiriendo que no eran simples ofrendas, sino homenajes específicos a los “Gemelos Héroes” de la mitología maya.
Según Rodrigo Barquera, investigador del Max Planck y coautor del estudio, estos rituales no solo eran actos de devoción, sino también un reconocimiento de la dualidad y la importancia mítica de los gemelos en la cultura maya. Esta interpretación se alinea con narrativas ancestrales como las del Popol Vuh, donde los gemelos Hunapu desempeñan roles centrales.
Los rituales en Chichén Itzá incluían la selección de niños criados localmente, evidenciado por similitudes en dieta y parentesco. Curiosamente, los análisis no muestran señales de muerte violenta, como fracturas o marcas de corte, comunes en otros tipos de sacrificios. Este hallazgo apunta a una forma de sacrificio menos física y más ceremonial, destinada a honrar divinidades y principios cósmicos.
Además de los descubrimientos sobre sacrificios, el estudio también examinó el impacto de epidemias históricas en las poblaciones mayas. Comparando el ADN de individuos de Chichén Itzá con los de la comunidad local de Tixcacaltuyub, los investigadores identificaron adaptaciones genéticas relacionadas con enfermedades infecciosas, como la Salmonella enterica introducida por los europeos en el siglo XVI.
Las conclusiones sugieren una notable continuidad genética en la región, a pesar de los desafíos demográficos y sanitarios enfrentados por las poblaciones indígenas durante la conquista española.