El Hijo del Santo presenta un documental de gran profundidad humana donde narra su historia, cómo heredó la leyenda del Enmascarado de Plata y revela profundos conceptos sobre su vida privada y cómo ha enfrentado la enorme responsabilidad en sus 36 años de carrera como luchador.
Pero para el menor de los nueve hijos del desaparecido Profesor, como le hemos llamado a El Santo quienes hemos estado involucrados en el mundo de la lucha libre, se convirtió más allá de una pasión, en una religión. Cuidar como valiosas piezas de museo cada máscara, cada capa, cada recorte, cada película o segmento de video que ha tenido en sus manos donde aparece la figura de su padre, hasta renunciar a las más elementales situaciones familiares para preservar el secreto que le fue heredado y que ha conservado, más aún que su propio padre, sobre la identidad del hombre que se esconde detrás de la máscara plateada, es en lo que se ha convertido su vida.
En un trabajo que le llevó muchos años preparar a la productora, Gabriela Obregón, el Hijo del Santo, o El Santo, como el Profesor le dictó que debería de ser llamado algún día cuando el tiempo hubiera hecho su labor de filtro y hubiera logrado los blasones suficientes para ser digno de portar ese nombre, el día de hoy se estrena en múltiples salas de cine a nivel nacional, un documental de contenido más que sensible, donde el hombre que vive dando vida al personaje, se sincera, expone muchos y muy íntimos secretos de la vida paralela en la que ha vivido los últimos 36 años de su vida, mismos que se cerraron, curiosamente, apenas el lunes pasado, 15 de octubre, cuando con una actuación especial regresó a los rings en Nueva York.
El Hombre detrás de la Máscara es una exposición de los motivos, de las razones por las que un hombre con todo en la vida, con muchas alternativas de las cuales elegir, decidió arriesgarse, en un todo por el todo para seguir los pasos de su afamado padre y finalmente, luego de incontables derrotas y dolorosos reveses en el ring y en la vida misma, finalmente trascender y escribir una legítima historia de éxito propio.
El Hijo del Santo tuvo que oponerse, e imponerse antes que a sus propios rivales en el ring, a su propio padre, don Rodolfo Guzmán Huerta, El Santo, quien le exigió cumplir con las metas que le impuso, antes de pensar en convertirse en luchador profesional. Una carrera universitaria, una preparación física y atlética a la altura de las circunstancias y un examen de lucha libre.
Cualquiera de sus hermanos mayores podría haber encarnado al Hijo del Santo, si hubieran decidido hacerlo, pero fue el más pequeño, quien finalmente tomó el reto, probablemente de manera inconsciente, pero con la ilusión de emular a su padre.
En el documental-película, El Hombre detrás de la Máscara, el Hijo del Santo nos asombra con pasajes de su niñez, de su juventud, con material en video nunca antes visto y con una sobrecogedora narración hecha por él mismo de momentos muy íntimos y de gran profundidad como el día en que siendo un niño descubrió que su papá era el legendario luchador o cómo decidió convertirse en profesional de este deporte espectáculo y literalmente, tuvo que “robarse” unas zapatillas, mallas y una capa de su padre e inventarse un personaje para poder debutar.
Al tiempo que avanza el film y mientras el público puede disfrutar de varias secuencias de diferentes encuentros de su carrera, va intercalando testimonios muy valiosos de personajes claves en su carrera y en su vida incluyendo momentos que marcaron tanto su carrera como la de su padre.
Después de un recorrido por los éxitos en el cuadrilátero de su padre y los propios, expone sus sentimientos y reconoce que a pesar de las múltiples dificultades para hacerse de su propio espacio en el exigente mundo de la lucha libre, la oportunidad que le brindaron El Santo-personaje, su padre Rodolfo Guzmán y la vida misma, jamás habría cambiado esta gran oportunidad de ser el Hijo del Santo, “por nada en la vida…”
En resumen, El Hombre detrás de la Máscara se convertirá, sin duda alguna, en un documento, en el testimonio vivo de que aún aquellos que tuvieron la suerte de nacer a la sombra de seres humanos de privilegio como su padre, fueron capaces de escribir su propia historia, sin traicionar a la tradición, a la herencia, pero sobre todo, como en su caso, a la leyenda que el destino puso en sus manos y que se ha encargado de agrandar, como un símbolo auténtico de la cultura popular mexicana.