La Cuaresma es un tiempo penitencial, un tiempo cuando recordamos cuán centrados en nosotros mismos hemos estado y tendemos a estar; para renovar nuestro compromiso y esfuerzos; para arrepentirnos y crecer en el amor cristiano.
Éste es el origen de la tradición de “renunciar a algo durante la Cuaresma”. La idea es hacer un sacrificio, negando, de alguna manera, nuestra tendencia natural hacia la auto-complacencia, para unirnos más totalmente al sacrificio redentor de Cristo en el Calvario.
Esto no es solamente un tipo de solución de auto-ayuda. Es una ofrenda de sí mismo a Dios: “Señor, muchas veces he escogido hacer mi voluntad en lugar de la tuya. Al ofrecer este sacrificio quiero aprender a tomar mi cruz y decirte “sí”, a ti y a tu voluntad, siguiendo los pasos de Jesús”.
A lo que renunciemos (por ejemplo a ver los deportes, comer postres) o lo que emprendamos (por ejemplo, ir a misa a diario o un Viacrucis semanal) como nuestro sacrificio de Cuaresma (de nuevo, sé realista), la clave está en darle un verdadero significado centrado en Cristo.
Prepararse practicando la caridad cristiana
La Cuaresma es un tiempo para prepararse a la fructífera celebración de la pasión, muerte y resurrección del Señor durante la Semana Santa. Ese misterio pascual fue el incomprensible y asombroso testimonio del amor de Dios por nosotros, pecadores.
No hay mejor manera de ponerse en sintonía con ese amor abnegado y de inmolación que imitarlo. Durante la Cuaresma debemos hacer un énfasis especial en servir a nuestro prójimo, pero de nuevo, sé realista.
Instruir, aconsejar, consolar, confortar, son obras de misericordia espirituales, como lo son perdonar y soportar las injusticias con paciencia. Las obras de misericordia corporales consisten especialmente en dar de comer al hambriento, dar techo a quien no lo tiene, vestir al desnudo, visitar al enfermo y al encarcelado, y sepultar a los muertos. Entre todas éstas, ayudar a los pobres es uno de los principales testimonios de la caridad fraterna; es también un trabajo de justicia que agrada a Dios.
Algo en la brisa de la primavera suscita nuevos brotes, nuevas ramas, nueva vida. La palabra “Cuaresma” (lencten, raíz de Lent en inglés) tiene sus raíces etimológicas en una antigua palabra inglesa que significa «primavera». Algo en la brisa de la Cuaresma pondrá en evidencia nuevos brotes, nuevas ramas, nueva vida en nuestra relación con Cristo; sólo tenemos que abrir algunas ventanas.