APRECIABLES LECTORES:
Somos muy afortunados y bendecidos por estar con vida y salud. De nada sirve guardar los talentos que nos ha dado Nuestro Señor; somos enriquecidos con tantas cualidades que recibimos de él, descubrámoslas y pongámoslas al servicio de los demás, para crecer humana y espiritualmente. Seamos útiles en donde nos encontremos.
COMPRENSIÓN. Cuando alguien nos comprende, ¡qué alivio siente nuestro corazón! Cuando nosotros comprendemos, ¡qué claro se ve todo, con qué facilidad se disculpa y se perdona! San Francisco de Asís decía: “Señor, que no me empeñe tanto en ser comprendido, como en comprender”. El que comprende no es rígido ni cruel ni egoísta. El que comprende ve el problema tal como es, sin apasionamiento ni violencia.
Para comprender es necesario “ponerse en el pellejo” —como cotidianamente se dice— de la otra persona, y eso no es fácil, nunca sabremos qué angustias o problemas trae la persona en cuestión.
Para entender al joven, al niño, es necesario recordar lo que sentíamos cuando fuimos jóvenes y niños. En el adulto debe caber la comprensión, porque él ya recorrió el camino, el camino que las nuevas generaciones están iniciando.
Cuando algo se comprende el problema empieza a disolverse y la luz empieza a brillar.
¿ERES MADURO? Si sabes reconocer tus errores eres maduro. Si no te dejas llevar por tus “arranques” eres maduro. Si das la cara a los problemas y tomas decisiones firmes, eres maduro. Si respetas las ideas y costumbres de los demás, eres maduro. Si puedes ser prudente ante situaciones críticas, eres maduro. Si expresas tus opiniones cuando te las piden, eres maduro.
Si te comunicas contigo mismo y te analizas objetivamente, eres maduro. Si no le echas en cara sus errores a los demás, eres maduro. Si eres capaz de perdonar y perdonarte, sí conoces lo que es madurez. Si puedes posponer un placer inmediato y evitar así serios problemas, eres maduro.
Bienvenido el mes de la Patria.
Licenciada María Hortensia Lira Vásquez