Su trabajo gradualmente ha unido al mundo y su historia: hay hilos hechos con pelo de yak de Nepal, de alpaca de Perú, casimir de la India, seda de San Francisco Cajonos, Sierra Norte. Con elementos naturales ha logrado más de 40 colores diferentes, utiliza índigo o añil, una planta que fermentada cuesta dos mil pesos por kilo y que se cultiva en Niltepec y Xadani, comunidades del Istmo de Tehuantepec. Su nombre es Bulmaro Pérez Mendoza y es uno de los tejedores de tapetes con mayor trayectoria en Teotitlán del Valle para quien Estados Unidos se ha convertido no solo en el país al que exporta hasta el 70% de sus creaciones, sino en el lugar del mundo donde mejor las aprecian.
Hay una gran diversidad de plantas con las que trabaja: musgo de roca, pericón, bejuco, un parásito de los laureles, paprika, nogal, del que ocupa tanto las cáscaras de la nuez como la hoja del árbol, semilla de axiote, cúrcuma, raíz de una planta originaria de la India que hoy se cultiva en Veracruz y Chiapas; usa además hojas de henna, utilizada en Egipto en el siglo XVI antes de Cristo para teñir hilos.
Las manos son de esta tierra, de Teotitlán del Valle, la sabiduría es prehispánica: la molienda de los materiales naturales con el añil o con la grana se debe realizar en metate, porque “al tener contacto con metal tienen una reacción diferente”; la lana para los hilos se lava en un canasto de mimbre preferentemente en el río con amole, del náhuatl atl-molli, “guisado de agua”, un jabón natural que se consigue en los pueblos serranos de Cuajimoloyas o Benito Juárez. “Dios nos ha dado la bendición de contar con estos materiales, como un jabón natural”, asegura don Bulmaro.
Después del lavado, la lana, los pelos del yak, de la alpaca son cardados, peinados y aplanados entre dos peinetas con clavos finos hechos por carpinteros de Teotitlán.
Este proceso, explica Bulmaro, lo hacen las señoras “porque trabajan con delicadeza, con mucha paciencia, en la familia, mi hermano, mi primo aprendimos a hacer este proceso, es importante porque a veces nos invitan a un taller, a una presentación, tenemos que saber hacer todo, no sólo el tejido, el trabajo en el telar”.
Con el material cardado se forma un hilo entre gris, blanco y café, un color llamado coyuche, colocado en husillos a través de una rueca, el instrumento que lo mismo utilizaron Hércules siendo esclavo de Onfalia y Gandhi en su lucha contra el imperialismo inglés.
Rojo como ningún otro rojo
Fray Bernardino de Sahagún relató que “esta grana es conocida en esta tierra y fuera de ella; llega hasta la China y Turquía, casi por todo el mundo es preciada y tenida por mucho. A la grana que ya está purificada y hecha en panecitos, llaman grana recia, o fina; véndenla en los tianguis, hecha en panes, para que la compren los pintores y tintoreros”.
En 1523, dos años después de la caída de Tenochtitlán, la grana fue exportada por primera vez a Europa, desde el puerto de Veracruz, entrando por España, llegando hasta Rusia y Persia. Llegó a teñir la ropa de reyes no con rojo de sangre sino de riqueza. La grana cochinilla creó en Oaxaca un imperio comercial en la Colonia y se convirtió en el siglo XVIII en la segunda fuente de ingresos para el imperio español. Hoy es cultivada aún en este pueblo de los Valles Centrales pero ya no se envía tanto a España, sino a Estados Unidos, que se ha convertido en un pueblo donde a veces “aprecian mejor lo que nosotros hacemos”.
Su relación con Estados Unidos es más profunda que la simple venta del arte textil. Los libros que se han escrito sobre él están en inglés, también en periódicos de ciudades como Santa Fe, Nuevo Mexico, se encuentran su nombre, el de su familia y su historia. En universidades y centros de arte ha sido invitado para realizar talleres y mostrar la forma en la que tiñe los hilos. Es un visitante recurrente del Rancho de Las Golondrinas, una antigua finca española fundada en 1710, utilizada como un museo vivo.
Apreciar la cultura
Monte Albán, el jaguar, los colibrís, las mariposas, el árbol cósmico de la cultura maya, son algunos de los símbolos recurrentes en los tapetes de don Bulmaro.
Uno de los diseños basados en las grecas de Mitla da cuenta del círculo de la vida o el caracol que representa las cuatro estaciones de la vida -el nacimiento, la infancia, la reproducción y la muerte- y permite mostrar los detalles perfeccionados en el tejido de su familia.
“La calidad de nuestro trabajo nos ha ayudado mucho, tenemos muchos amigos en Estados Unidos que nos han apoyado para darnos a conocer, en museos, en escuelas le dan mucho interés al arte mexicano, a veces en nuestro país no apreciamos lo que producimos”, asegura.
“El 70% de nuestro producto se va a Estados Unidos, el 30% se divide entre México y otros países, las personas nos han ayudado a mantener el arte vivo. Nosotros aprendimos a manejar las exportaciones, cuando trabajaba mi padre teníamos intermediarios, con tiendas o museos, pero después decidimos hacerlo al menudeo, nosotros decidimos tener un mercado más directo”, agrega.
-¿A ustedes les beneficia el poder enviar productos sin arancel?
-Bastante. Lo que está pasando con el gobierno norteamericano nos preocupa. México y Estados Unidos han tenido muy buenas relaciones. Si el gobierno de Estados Unidos nos saca del tratado las ventas bajarían, pero quienes pagarían los aranceles serían los clientes, esperemos que no pase. Estados Unidos ha sido el país con más oportunidad para nuestros textiles.