Por la extracción de aceite, Oaxaca es una zona potencial para el fracking, así lo asegura el Senado de la República en su investigación Panorama y Perspectivas del Agua en México, 2019-2024. Las regiones en las que se utilizaría esta práctica serían en la Cuenca del Papaloápam e Istmo de Tehuantepec.
“Existen zonas importantes en México donde se va a desarrollar el fracking o donde ya se ha desarrollado. Entre estos lugares se encuentran la cuenca de Burgos, estados del norte como Coahuila, Tamaulipas, parte de Chihuahua, Nuevo León; Veracruz, Oaxaca, también, parte de la Sierra Norte de Puebla, y en los estados de Chiapas y Tabasco”, señala el estudio.
El fracking es un proceso que implica las inyecciones de grandes cantidades de agua. Esto es alrededor de nueve a 29 millones de litros de agua por pozo. Es un proceso que se ocupa básicamente para extraer gas, sobre todo de formaciones no convencionales, explica la investigadora Beatriz Olivera Milla.
El fracking es un proceso altamente controvertido porque en Estados Unidos y en Argentina, en donde se ha realizado de manera intensa, ha provocado severos impactos ambientales, impactos en la salud e impactos sociales. Esta práctica se ha realizado en México desde hace años, aunque solo para extraer hidrocarburos convencionales.
“Ahora se ha tratado de impulsar para la extracción de hidrocarburos no convencionales. Esto es muy importante, porque fue desde el año 2013 cuando abiertamente el gobierno mexicano dio el banderazo de salida para realizar esta práctica”, señala el documento del Senado de la República.
Entre los impactos más importantes del fracking destacan los siguientes: impactos al agua, impactos a la salud de las personas, y en particular la salud de las mujeres; pero también, podemos hablar de sismos y daños a la propiedad.
“También se encuentra la contribución al calentamiento global, la cual es muy importante, dado que esta se ocasiona especialmente por las fugas de metano. Puesto que el gas que se extrae, a través del fracking, es gas metano, este tiene el potencial de calentamiento global hasta 84 veces mayor que el bióxido de carbono”, detalla el documento disponible en la página de internet del Instituto Belisario Domínguez, dependiente del Senado de la República.