Lo que en apariencia fue un gran logro está por convertirse en el inicio un buen pleito: la batalla por los alebrijes. Con bombo y platillo la Secretaría de Economía estatal (SE) anunció la obtención de la Indicación de Origen Geográfico para otorgar una protección legal a los artesanos de cuatro comunidades oaxaqueñas que producen las tallas de madera.
En apariencia todo está bien, sin embargo, es ampliamente sabido y está muy documentado que los alebrijes fueron inventados por Pedro Linares, un artesano de la cartonería de la zona de La Merced de la CDMX.
Desde hace tiempo lo hemos afirmado, la SE necesita dar voz y voto a la cultura en la toma de decisiones de todo aquello que tenga que ver con las industrias culturales. Disminuiría la corrupción y se evitarían demandas y vergüenzas.
El diario Excelsior, de amplia circulación digital, publicó una nota firmada por su corresponsal, Patricia Briseño, en la que informa que los herederos de Pedro Linares se sienten traicionados por los artesanos oaxaqueños, tutelados por la SE, al solicitar y apropiarse del nombre alebrijes y de su denominación de origen para que sean considerados como tales únicamente los producidos en algunas localidades oaxaqueñas.
“En la familia nos sentimos sorprendidos y traicionados porque hace tres años, en el Centro Cultural San Pablo, tuvimos un encuentro cordial con los artesanos de la talla de madera y se llegó a un acuerdo de buena fe: la denominación de origen sería utilizada por nosotros (los Linares), mientras que tonas y nahuales, por los talladores de madera de copal de Oaxaca”.
La historia de Pedro Linares y las alucinaciones que dieron origen a estos pequeños monstruos que “existen y no existen” al mismo tiempo, no es un secreto. Un poco de cultura general o, en su caso, una rápida búsqueda en internet habría iluminado el entendimiento de quienes cometieron esta pifia.
No existe un antecedente histórico de que en Oaxaca los “alebrijes” tuvieran orígenes prehispánicos. No se tiene conocimiento de que hayan sido usados con fines religiosos o chamánicos en épocas precortesianas. Nadie ha encontrado que esas tallas se hayan usado para ahuyentar a los malos espíritus. Michael Chibnik, antropólogo norteamericano, afirma que, en Oaxaca, los alebrijes son una tradición inventada o copiada por hambre, como una forma de ganarse algo de dinero por parte de campesinos de Arrazola que subían a vender artesanías a los turistas en Monte Albán. La pobreza de los asentamientos alrededor de la zona arqueológica, la aridez de la tierra y la falta de oportunidades hacen creíble el motivo.
Por su parte, Pedro Linares dentro de sus alucinaciones sí trató de darles una explicación mística puesto que, según él, un alebrije debe contener los cuatro elementos de la naturaleza: “aire, a través de elementos como una cola de pájaro; fuego, a través de lenguas viperinas; agua, a través de crestas o colas de pez y, finalmente, tierra, colocándole nariz de oso o de armadillo. Todos los elementos deben estar armonizados”.
Demos el beneficio de la duda a la SE de que actuó de buena fe, sin embargo, se acumulan los escándalos que hacen pensar que, detrás de estas “buenas acciones” podrían existir intereses específicos.
La SE es protagonista del escándalo del mezcal, junto con el Comercam, la Cámara que no es Cámara, la Canaimez y otros membretes.
Fue ampliamente difundido el conflicto de interés del propio titular de la SE y del favoritismo hacia algunos mezcaleros amigos del poder.
Circula en los medios digitales un contrato firmado con una empresa cercana a Televisa dueña del evento “Sabores Polanco”, en la que el gobierno del Estado pagó dos millones de pesos por participar, simulando que fue una invitación, beneficiando a los mezcaleros que usted se imagina: los amigos.
Está el asunto del registro de la marca “Hecho en Oaxaca” con un reglamento de implementación mal diseñado y que se presta a la discreción, y corrupción, en el otorgamiento de la licencia de uso.
Estos tres temas involucran actividades de la denominada “industria cultural” y que la SE ha manejado a discreción. Puede ser que otros temas, como las eólicas, la construcción de parques industriales o la vía interoceánica sean asuntos que requieran ser asumidos desde un aspecto meramente técnico. No debe ser así con el patrimonio cultural, tangible e intangible, que entre todos hemos construido.
Hemos propuesto una y otra vez la creación de un panel de consulta obligada integrado por académicos y gente del ámbito cultural que supervise el trabajo técnico de los economistas. No les gusta, pero no debemos dejar en sus manos este tipo de decisiones porque serían capaces de basarse en producciones de Hollywood, como “Coco” la película o “Spectre” de James Bond como referencia para definir políticas públicas que resultarían ajenas a nuestro origen y carentes de autenticidad.
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