A casi año y medio de pandemia por el coronavirus, hoy podemos afirmar que quienes hemos pagado los costos más altos de la crisis social y económica derivada de ésta son las niñas y las mujeres alrededor del mundo. Organismos Internacionales como la Organización de las Naciones Unidas y la Comisión Económica Para América Latina y el Caribe, señalan lastimosamente que en todos los rubros ha habido retrocesos en el avance de nuestros derechos humanos, y que en algunos casos se traduce en retrasos de décadas, lo que tomará su recuperación.
¿Por qué las mujeres lo estamos pasando peor? Hay varias razones, pero la principal tiene que ver con el orden social patriarcal y la distribución de roles, tareas y los mandatos estereotipados por sexo y género. Hace unos días leía un artículo sobre esto en el diario inglés THE GUARDIAN, titulado “Desastre patriarcal: cómo la pandemia ha desatado una guerra contra las mujeres”, y ahí la autora desarrolla la respuesta para esta pregunta, la Covid-19 lo que hizo fue revelarnos que no hemos logrado desmantelar el patriarcado, ese sistema de dominación masculina que expande su poder impregnando las estructuras sociales, económicas y políticas sobre las que nuestra sociedad está organizada, y que incluso la crisis ha sido la ocasión perfecta para reafirmarse.
El primer golpe de la pandemia hacia las mujeres fue el incremento de la violencia familiar al dejarlas cautivas con sus agresores durante el confinamiento. La medida sanitaria fue adoptada por todos los gobiernos del mundo, pero pocos previeron la ola que se desataría. En México, las llamadas a los números de emergencia se han duplicado, así como los servicios de atención a mujeres en situación de violencia. Paradójicamente, en 2021 muchos países decidieron no aumentar e incluso recortar el presupuesto destinado a Refugios y Centros de Atención. Esto dejó al descubierto que la vida de las mujeres no es un asunto prioritario en la repartición del gasto público.
El shock económico derivado de la pandemia ha sido brutal con las mujeres, pues millones de ellas han perdido su fuente de ingreso, toda vez que en su gran mayoría desempeñan labores de contacto directo con las personas como en el sector servicios, turístico y en el comercio informal. En México, la Encuesta Nacional de Ocupación Económica (ENOE), calcula que 84% de las 1.6millones de personas que perdieron sus empleos en pandemia son mujeres. Pero no sólo es eso, con el cierre de escuelas y el trabajo no remunerado que implica el cuidado del hogar y de la familia, son sobre todo las mujeres quienes se han quedado sin tiempo para satisfacer necesidades básicas como el descanso y tiempo para su autocuidado.
La presión económica no sólo ancla a las mujeres a ciclos de violencia con sus agresores, sino que ha elevado cifras en el tráfico de mujeres y otras prácticas patriarcales como los matrimonios forzados y la compra-venta de niñas.
Y finalmente quiero mencionar otro doloroso retroceso al que debemos prestar mucha atención, los millones de niñas alrededor del mundo que han dejado de asistir a la escuela a causa del confinamiento, y que muy probablemente no volverán después de que termine. El pronóstico es desolador: UNESCO calcula que serán alrededor de 11 millones de niñas quienes no regresen a las aulas, mientras que la Fundación de Malala eleva esta cifra a 20 millones de niñas que se quedarán sin educación, es decir, sin la esperanza de un mejor futuro.
Hasta aquí este breve recuento de daños que es importante poner sobre la mesa para dejar claro que la pandemia ha sido un desastre para todos, pero con las mujeres ha sido brutal, y es urgente que se destinen los recursos humanos y financieros necesarios para atenderlo. Como sociedad, quedémonos con una gran frase de la feminista Gerda Lerner: “El sistema patriarcal tuvo un principio y tendrá un final. No sirve más a los intereses de las mujeres ni de los hombres y está innegablemente ligado al militarismo, a las jerarquías y al racismo, que han amenazado la existencia de vida en nuestro planeta.”