Hace unos días, The Economist publicó un artículo provocador que bajo el título “Porqué las naciones que fallan, fallan a las mujeres”, le dio la vuelta al mundo. En sus primeras líneas retoma una poderosa frase que Hillary Clinton pronunció siendo Secretaria de Estado: “El sometimiento de las mujeres es una amenaza para la seguridad común de nuestro mundo”. La tesis coincide con el Índice de Paz Global 2020, que indica que países donde los derechos de las mujeres están extremadamente vulnerados (como Afganistán, Irak, y Somalia) encabezan la lista de los más peligrosos del mundo.
México debe prestar especial atención a este tema, pues de acuerdo con la CEPAL, en América Latina se ubican 14 de los 25 países del mundo con mayor tasa de feminicidios; El Salvador y Honduras son los que presentan mayor prevalencia, aunque en números totales México y Brasil superan las cifras, lo que tiene una repercusión directa en que seis de las ciudades más violentas del mundo sean mexicanas. Nuevamente la tesis de Clinton se confirma.
El matrimonio forzado es otro gran freno para el desarrollo de los países. Se calcula que una quinta parte de las mujeres del mundo han sido casadas antes de los 18 años, y una vigésima antes de los 15, lo que se traduce en altas tasas de deserción escolar y pesados diques que anclan a ciclos de violencia y pobreza a millones de mujeres y a sus hijas e hijos.
El planteamiento central que hace The Economist es la importancia de estudiar y aplicar decisiones geopolíticas desde el enfoque de género, lo que necesariamente debe incluir mujeres, tanto en la hechura de las políticas como en las conversaciones de paz. La urgencia se evidencia si notamos que entre 1992 y 2019, sólo el 13% de las personas negociadoras y el 6% de las firmantes de acuerdos de paz en el mundo fueron mujeres. La apuesta por mejores resultados es incluir proporcionalmente al 50% de la población que ha demostrado que cuando hay mujeres en las negociaciones hay más disposición al compromiso.
Pero esto no se remite únicamente al ámbito internacional: las secretarías de gobierno y de política interior tanto a nivel nacional como local, deben tomar nota de esta recomendación como estrategia para construir gobernanza.
La misma apuesta es la que está empujando ONUMUJERES en el tema de recuperación post Covid-19 para la construcción de sociedades más justas y sostenibles, pues más mujeres en la toma de decisiones permite visibilizar las necesidades de toda la población sin sesgos ni exclusión, así como deconstruir modelos políticos patriarcales y económicos basados en la explotación y el dominio. Es claro que ante los grandes retos que enfrentan las sociedades contemporáneas, más que nuevas rutas de desarrollo, se requiere de un Plan Feminista que aporte planteamientos y soluciones a cada problemática.
Un Plan que asegure los derechos laborales de todas y todos, que resguarde la universalidad de los derechos y en la protección social y que promueva sistemas alimentarios sostenibles. Un Plan que visibilice, atienda, dignifique y haga accesibles los servicios de cuidado, que promueva el uso de energías renovables y que fortalezca acciones multilaterales solidarias.
Después de todo, paz, gobernanza, justicia, prosperidad e igualdad de las naciones son variables interdependientes que requieren soluciones nuevas, congruentes y de resultados probados. Es el momento de implementar un Plan Feminista de desarrollo porque el progreso de las mujeres es progreso para todas y todos.