En nuestra sociedad, históricamente el trabajo del hogar ha sido invisibilizado porque quienes mayoritariamente lo realizan son mujeres en situación de pobreza, mayoritariamente indígenas y afrodescendientes, es decir, personas que en las sociedades patriarcales viven una triple discriminación. No son fortuitas las precarias condiciones laborales en las que por generaciones han realizado su trabajo ya que se trata de un problema estructural al que debemos entrarle todas y todos.
A base de lucha y de mucho tiempo, hemos comenzado a dar pasos importantes hacia la reivindicación de los derechos de las trabajadoras del hogar. En 2018 con la entrada en vigor del Convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), se abrió la posibilidad de saldar la deuda pendiente que el Estado Mexicano tiene con los 2.3 millones de personas trabajadoras del hogar, de las cuales el 95% son mujeres.
De acuerdo con cifras de la OIT y la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo 2020, sólo 1% del total de personas trabajadoras del hogar declaró tener un contrato por escrito y el 3% reportó recibir por parte de su trabajo algún tipo de atención médica. Su ingreso promedio mensual tras jornadas extenuantes con largos desplazamientos de las zonas clase media-alta de las urbes a sus lugares de residencia en la periferia marginada, apenas alcanza los 3 mil 390 pesos.
Hoy las instituciones y la sociedad comienzan a reconocer la gran labor de quienes con su trabajo, honradez y lealtad, aportan a la economía apoyando el desarrollo de las familias y comunidades a través de sus servicios de cuidados. En este ánimo, desde la Secretaría de las Mujeres de Oaxaca nos unimos a la campaña “Con Trato Digno para las Trabajadoras del Hogar”, una gran iniciativa de la Fundación Panamericana para el Desarrollo (PADF México) para promover sus derechos laborales.
Además, junto con el Instituto de las Mujeres de Nuevo León, realizamos el taller en línea para Personas Formadoras, Facilitadoras, Asesoras, Consejeras y Funcionarias del sector público, privado y sociedad civil que apoyan a las personas trabajadoras de hogar, a fin de identificar el alcance de la cualificación, la aplicación de la perspectiva de género, del enfoque indígena y el empoderamiento en el trabajo del hogar.
Seguiremos trabajando para que sus historias sean escuchadas, atendidas y abrazadas desde la perspectiva de género, la reivindicación de derechos, la interculturalidad y que estas miradas sean incorporadas en las instituciones, personas empleadoras y ciudadanía, para sumar en conjunto el compromiso de respetar sus derechos laborales.
Desde cualquiera que sea nuestra trinchera, sumemos esfuerzos para hacer realidad lo que por justicia les corresponde: ser tratadas con dignidad y respeto, haciendo efectivos sus derechos humanos. Cierro este texto con una gran frase de Valentina Montoya: “Las trabajadoras domésticas han pasado por situaciones inhumanas y es hora de que las pongamos en el centro de la lucha feminista”.