Ha empezado octubre y los lazos rosas aparecen en diversas campañas alusivas a la autoexploración mamaria periódica para detectar a tiempo indicios de cáncer de mama (CaMa) y evitar que este padecimiento, tan estigmatizante y estigmatizado, de alcances mundiales, termine con la vida de mujeres de diversas edades, e incluso la de algunos hombres.
Quiero hoy reflexionar en torno a la posibilidad de considerar una perspectiva holística, política y feminista respecto al CaMa, sus causas y consecuencias sociales, mirando de manera crítica de la representación de este tipo de cáncer que habitualmente vemos en medios y en el sistema médico.
A partir de la década de los 70 en el abordaje de la enfermedad —y muchas características persisten hoy día— se destacan las relaciones de poder entre profesionales de la salud y las pacientes, una infantilización de ellas, uso de un lenguaje científico-técnico poco accesible, la ciencia dictando qué comportamientos son “normales”, estableciendo ciertas prescripciones médicas suprimiendo la oportunidad de exponer dudas o vías alternativas; no se cuestionaba la eficacia y necesidad de aplicar procedimientos invasivos rutinarios, ni se prestaba atención al bienestar integral de la paciente.
Actualmente el tema del cáncer de mama (CaMa) está muy visibilizado, pero coincido con varias autoras y especialistas en género que apuestan y exhortan a la deconstrucción social de esta enfermedad, a fin de desmontar el sistema androcéntrico y heterocentrado que opera en torno al CaMa, dándole tal valor simbólico al pecho femenino, que la mastectomía llega a simbolizar la pérdida de la femineidad, por lo que la receta prescrita más allá de lo médico, incluye ponerte peluca, sonreír, maquillarte, ocultar tu CaMa a toda costa, como apunta críticamente la feminista Audre Lorde en sus Diarios del Cáncer.
Los hechos ideológicos que participan en la construcción social de la enfermedad, refiere el especialista en género y sociología de la sexualidad Gerard Coll-Planas, permiten que el CaMa se hipervisibilice pero también hay una sobreinvisibilización que silencia todas aquellas experiencias de mujeres y otras personas afectadas que no responden al modelo de la norma.
La intimidad del cuerpo enfermo se elimina para ser una experiencia compartida con la sociedad. Se espera ver en la paciente a una luchadora incansable, femenina, madre. Y en todo esto son determinantes las campañas mediáticas, como lo refiere la antropóloga médica feminista Ana Porroche-Escudero, algunas con tintes desinformativos o con información errónea a través de titulares alarmistas o morbosos, información científica confusa, creación de estereotipos a través de cuerpos delgados y jóvenes y apelando más a tu rol de madre que a tu condición de mujer, es decir “no te la hagas la mastografía por ti, háztela por tus hijos”, además de la invisibilidad de algunos colectivos de personas enfermas, escaso contexto social, frivolización de términos, y poca información preventiva. De hecho, los tan visibilizados moños rosas surgen como estrategia de marketing de Esteé Lauder en 1992, por la asociación estereotípica de este color a la feminidad.
El CaMa se ha construido como una enfermedad hipersexualizada, con énfasis en las campañas de mercadotecnia rosa, de cuerpos desnudos y bellos de mujeres que dicen que sí a todo lo que dice su médico como “papá sustituto” ante su falta de alternativas. Y hay muchas iniciativas solidarias y sororas, pero otras son en realidad para vender y atraer a patrocinadores.
Por otra parte, con frecuencia en las campañas se confunde la detección precoz con la prevención primaria, siendo ésta última el evitar que el tumor aparezca en el cuerpo, mientras que la detección precoz significa encontrar el tumor lo antes posible para intentar evitar su desarrollo y minimizar el impacto de los tratamientos.
Entonces, de acuerdo con especialistas, ni las mamografías ni la autoexploración mamaria son métodos de prevención primaria. Mensajes como “la prevención salva vidas”, “la prevención está en tus manos” o “solo 10 minutos pueden salvar tu vida” ejemplifican el uso de términos intercambiablemente y se envían mensajes erróneos a la población, pues existen muchos tipos de tumores de mama y no se comportan de manera lineal ni ordenada. Es un mito -dicen profesionales de la salud- y hay que derribarlo y ponderar la información de fuentes científicas y especializadas.
El tema da para mucho más, pero desde la perspectiva de género feminista debemos hacer un compromiso de cuidarnos todas y sumarnos a la prevención del cáncer de mama, acompañando y haciendo fuertes a las mujeres que están atravesando este proceso, promoviendo el autocuidado, abriendo el diálogo, la escucha empática y la búsqueda de mejores soluciones y alternativas menos invasivas y andocentradas.