Ante tanto crimen, masacres, homicidios y feminicidios, es preferible hoy, hablar de algo bello, la poesía.
Inicio con un Madrigal.
“Ojos claros, serenos
Si de un dulce mirar, sois alabados
¿Por qué si me miraís, miraís airados?
Si cuanto más piadosos,
más bellos pareceís a aquel que os mira,
no me mireís con ira
porque no parezcáis menos hermosos.
¡Ay tormentos rabiosos!
Ojos claros, serenos,
ya que así me miraís miradme al menos”.
Gutierre de Cetina.
Por otro lado, me voy a referir a mi poeta favorito de principios del Siglo pasado: Amado Nervo.
Ingenua como el agua, diáfana como el día,
rubia y nevada cómo Margarita sin par,
al influjo de su alma celeste amanecía…
Era llena de gracia como el Avemaría;
¡quién la vio, no la pudo ya jamás olvidar!
¡Cuánto, cuánto la quise! ¡Por diez años fue mía…
pero flores tan bellas nunca pueden durar!
Era llena de gracia como el Avemaría;
y a la Fuente de gracia, de donde procedía,
se volvió… como gota que se vuelve a la mar!
Termino con una metáfora del Siglo de Oro Español de Jorge de Manrique:
“Nuestras vidas son los ríos que van a dar al mar que es el morir”.
Yo también soy Pueblo.
Por allí nos encontraremos.