Esto sucede cuando los pequeñísimos músculos que rodean los vellos se contraen y forman montículos que se parecen mucho a la piel de las gallinas cuando les quitan las plumas para cocinarlas.
Este fenómeno es una respuesta que los animales tenemos frente al peligro; por ejemplo, un gato se eriza para parecer más grande y amenazador. Las personas reaccionamos de forma parecida si tenemos miedo, y decimos que “se nos ponen los pelos de punta”.
Cuando hace frío, también se nos pone la “piel de gallina”. Eso pasa porque nuestros antepasados tenían el cuerpo recubierto de pelos, y cuando se les erizaban, se protegían mejor del frío.
También se nos puede poner la “carne de gallina” por emoción: como cuando gana tu equipo de futbol, escuchas tu música favorita o ves algo que te asombra muchísimo.