Según el reporte, ese riesgo se debe en parte, a una inflamación más intensa después de una infección viral.
Además, el estudio evidenció que los adultos cuyos padres se habían mantenido en contacto no tenían más riesgo de caer enfermos que aquellos cuyos progenitores siguieron casados.
‘Las experiencias estresantes en las primeras etapas de la vida afectan nuestra fisiología y los procesos inflamatorios, que aumentan el riesgo de tener problemas de salud y de desarrollar una enfermedad crónica’, concluyeron los autores.
El estrés familiar puede, durante la infancia, aumentar la vulnerabilidad de un niño a las enfermedades entre 20 y 40 años más tarde, añadieron.
Por otra parte, reconocieron que todos los divorcios no son iguales y una comunicación continua entre los padres amortigua los efectos nocivos de una separación sobre la salud de los pequeños.