La espera para la tradicional Noche de Rábanos llegó a su fin y este viernes miles de oaxaqueños y visitantes nacionales y extranjeros vivieron el regreso del concurso en el Zócalo capitalino.
Los puestos en los que familias, amigos, estudiantes y colectivos plasmaron su creatividad llenaron de color los pasillos exteriores de la ahora Plaza de la Constitución.
Como a finales del siglo XIX, el mercado de la vigilia de Noche Buena volvió a manera de puestos en los que los rábanos dejaron de ser un mero elemento de la gastronomía para dar lugar al arte. Las hojas de totomoxtle y la flor inmortal se sumaron a este festejo que ha dado identidad a la ciudad de Oaxaca.
El certamen convocó desde temprana hora a miles de turistas y locales que pasaban por un amurallado Zócalo, lleno de policías, pero también de quienes con su habilidad y creatividad retomaron una tradición suspendida dos años por la pandemia de Covid-19.
La sexta ola de contagios causada por el coronavirus no detuvo los ánimos por visitar un Zócalo donde por unos días más desaparecieron las protestas sociales y los plantones que durante 12 años mantuvieron diversos grupos de desplazados triquis. La tregua o la negociación dieron paso al tradicional certamen instaurado en tiempos del presidente municipal Francisco Vasconcelos, en diciembre de 1897.
Más de un centenar de participantes, incluidos infantes, mostraron sus obras a partir de los rábanos cosechados en el bosque El Tequio. Ya sea con temáticas tradicionales como las que recrean las celebraciones religiosas, las calendas, las danzas u otra manifestación de los pueblos de Oaxaca, o con temas más libres en los que se observaron monumentales figuras de animales, sirenas, dragones o dioses de la época prehispánica.
Los viejos conocidos comúnmente como tiliches, la fuente de las Ocho Regiones, la misma Noche de Rábanos, la danza de los Rubios de Juxtlahuaca, el Nacimiento de Belén, entre otros, fueron admirados por miles de personas que se congregaron en el Zócalo.
Para varios de los artesanos, crear estas piezas requirió de días completos sin descanso (en el caso de los de rábanos) o incluso meses para aquellos que trabajaron el totomoxtle y la flor inmortal.