Hechas con cantera que han sobrevivido al paso de los siglos y aún se mantienen como varios de los templos históricos de la ciudad, las pilas y fuentes han sido parte del patrimonio de la ahora ciudad de Oaxaca, una urbe que de acuerdo con especialistas ha padecido del problema en el abastecimiento del agua o la escasez, al menos desde el siglo XVI.
Primero el problema fue para unos miles y en la actualidad para más de 270 mil, aparte de los 139 mil turistas que como en fiestas de Guelaguetza llegan a la ciudad.
Algunas de estas fuentes, pilas, cajas de agua y demás infraestructura permanecen en la capital, en lo que quedó clasificado como su centro histórico y en colonias cercanas.
Aunque varias pilas fueron restauradas en esta administración junto con la sociedad civil organizada (Generación 60), otras más dejaron de existir por el paso del tiempo y la construcción de nuevos bienes.
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Por ejemplo, la considerada como primera fuente pública, en su libro “Oaxaca, espacios culturales”, Guillermo García Manzano señala que esa primera fuente se ubicó enfrente del antiguo portal de La Alhóndiga, dentro del terreno del mercado Porfirio Díaz, hoy Benito Juárez Maza. Para su construcción, explica que el benefactor fue el empresario portugués Manuel Fernández Fiallo.
En su artículo “Tres cuartillos de agua y el ramal hídrico de Oaxaca”, Ana Rodríguez García señala que desde el siglo XVI, cuando mediante un mandato se ordenó la reparación del agua en la ahora ciudad, el virrey Antonio de Mendoza confirmó tal solicitud y que a partir de entonces inició una gran construcción en la ciudad para abastecerse de tal recurso. Y que con el paso de los siglos derivó en cajas de agua, fuentes públicas, piletas y otras construcciones.
Este mandato marcó el inicio de una magna construcción que demandaría gran perseverancia, misma que fue ilustrada por reseñas de la época, mediante las que se humaniza la ilusionada construcción que condujo al crecimiento de la antigua Antequera. El acueducto, conformado por arcos, canales, presa, puentes y fuentes, habría de construirse con resistentes dimensiones: el uso de la piedra de río, cal y arena sería obligado para que la construcción fuera lo suficientemente fuerte; una obra que pudiera salvar las formaciones naturales propias de un bosque espeso con profundos barrancos y elevaciones notables”, escribió en un artículo publicado por la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca.