El olor a la barbacoa de Tlacolula invade los pasillos repletos de antojitos regionales, los mismos que conducen como un laberinto hacia el templo de la “morenita del Tepeyac”, en la ciudad de Oaxaca.
Un taco, un consomé, unos molotes o quesadillas de amarillo se ofrecen a todo visitante que acude ante la imagen o que ha salido de verla en su santuario, junto al otrora Llano de Guadalupe. La foto del recuerdo es casi obligada para que la costumbre de vestirse de “Juan Dieguitos” y “Lupitas” quede en la memoria familiar. El costo de las imágenes hace que varios opten por tomarlas con el celular.
Es el día de la Virgen de Guadalupe y la fe se hace presente en la capital. Desde el fin de semana, los puestos y juegos mecánicos empezaron a ocupar sus lugares, entre el hemiciclo a Benito Juárez y las fuentes de El Llano.
“¿Qué le damos?” “¡Pase, tenemos lugares!” se escucha entre los puestos donde han pasado los feligreses y peregrinos. “¿Un ramito para la virgen?” “¡Flores en 25 pesos!”
Los cables en el suelo no son impedimento para que cientos de familias lleguen a cuenta gotas o por decenas al templo. La fe hace que nuevas generaciones repitan lo que sus abuelos y padres acostumbraron con los pequeños del hogar: vestirlos de “Juan Dieguitos” y “Lupitas” para su encuentro con la virgen mariana.
La historia de la aparición de la virgen al campesino Juan Diego cobra importancia en estas fechas. Y aunque varios la desconocen, solo atinan a decir que siguen la costumbre familiar. Bebés de apenas unos meses o infantes de hasta casi 10 años aparecen vestidos con indumentaria de manta, huipiles y sombreros, sin que falte la imaginación de la Virgen de Guadalupe en parte de la caracterización. O el cubrebocas, por la pandemia.
En el día de su celebración, el ruido de los juegos mecánicos y los constantes flashes se escuchan en El Llano, donde la festividad de la Virgen de Guadalupe congrega a la feligresía por segunda ocasión en medio de la pandemia.