Han pasado dos meses desde aquella trágica noche del 7 de septiembre y aun las huellas de la destrucción siguen intacto y con una estela de dolor.
Juan José Cartas Antonio, poeta e historiador, reconoció que la vida de muchos tehuantepecanos dio un giro de 180 grados, aquella noche del 7 de septiembre, después que a las 11:25 horas la naturaleza mostró su ira devastando muchos lugares en esta tierra istmeña.
“Niños, adultos, hombres y mujeres no sabíamos qué hacer, a muchos nos tomó por sorpresa y fue no solo una noche trágica, sino larga, pues con este desastre vino un fuerte apagón que nos dejó prácticamente incomunicados porque no habían servicios de energía, teléfono e internet para comunicarnos con nuestros seres queridos”, narró.
A un día de cumplirse los primeros dos meses de horror que dejó el terremoto, dijo que muchas familias siguen con crisis nerviosa e incluso con un trauma difícil de olvidar.
Y añadió que “aquí están, tristemente aniquiladas, destruidas, derrumbadas, acabadas y convertidas en nada las casas que una vez sirvieron de techo a las familias, hoy están reducidas a cenizas”.
De hecho, expresó que el polvo de sus adobes corrió como lagrimas por el pavimento de las calles y sus paredes, las que todavía están de pie, sudaban sus restos de repello.
Cartas subrayó “duele verles así y me parece injusto que el enojo de la tierra las haya vuelto añicos”.
Dijo que Tehuantepec se levanta entre los escombros para volver a renacer después del certero golpe que la naturaleza les dio a sus habitantes.
Añadió que hay casas hechas de tejas, adobe y huilotes que datan de hace más de 100 años, sin embargo algunas resistieron el terremoto y otras exhiben daños.
Por otra parte, la reconstrucción abarca la edificación de casas no arquitectónicas, sino modernas y eso puede provocar que se pierda el valor de Tehuantepec por ser un municipio colonial.