• ADOLFO F. SÁNCHEZ PEREYRA (PARTE I) •
Un observador bien intencionado se preguntará, ¿hacia dónde vamos? Tratando de descifrar eso que el nuevo presidente ha dado en llamar la cuarta transformación de la vida pública del país. Antes, quisiera deslindarme del cúmulo de objeciones que la derecha está formulando en contra del nuevo gobierno, la primera tiene que ver con eso que yo llamaría psicoeconomía y que no es más que la prolongación inconsciente de la economía subjetivista empleada como ideología para desacreditar las primeras declaraciones acerca de los posibles cambios también ideológicos prefigurados por el futuro gobierno. La economía nada tiene que ver con los ánimos del sector privado, y ellos lo saben bien. Los jugadores económicos del sector privado están conscientes de los procesos de acumulación de capital en los que participan y que no desean perder. No se trata de que el humor emocional sea el factor determinante de sus ganancias, bien saben que el comportamiento de la bolsa de valores y la moneda nacional está determinada no por una quiromanciana sino por acciones de sus operadores y el ritmo de producción de sus empresas en el marco del mercado globalizador que tampoco está determinado por comportamientos caprichosos ni por la llamada mano invisible a la que se refiriera Adam Smith para engañar a sus seguidores, también conscientes de sus negocios y su producción.
Slavoj žižek ha dicho que lo ideológico no tiene que ver exclusivamente con el engaño sino con una actitud cínica del que sabe que algo es falso pero lo asume en tanto le conviene. No se trata entonces de angelicales palomas que encarnan la beatitud sino de jugadores de la economía que después de más de 40 años se han apropiado del mayor ingreso de la economía nacional y cuya riqueza encarna la magnitud de la pobreza del resto de la población. Ya Marx se referiría a este proceso como la ley de la depauperación subjetiva y objetiva del trabajador.
La desgracia es que este proceso de depauperación ha sido tan prolongado que no solo ha generado pobres sino también analfabetas e impreparados que desafortunadamente están conformes con el modelo globalizador en tanto no poseen herramientas conceptuales para desnudar su propia situación de infortunio. Hoy la aspiración de los pobres es tener dinero y bienestar, esto es convertirse en otro, que lo aleje del pauperismo estructural.
Estoy consciente de que lo que digo no les gustará a muchos y solo reforzará sus convicciones clasistas, aun así debo ser leal a mi conciencia y a mis compromisos sociales. Otro elemento de crítica es, a decir de los políticos e intelectuales del régimen, la tendencia a la concentración del poder, presente en la figura de los llamados superdelegados que no vacilan de calificarla incluso de inconstitucional. Se olvidan que esa concentración esta prevista en el marco de la propia Constitución de Estado. El artículo 90 de la carta magna dice que la administración pública será centralizada y paraestatal conforme a la Ley Orgánica que expida el congreso. Las referencias mediáticas del federalismo y a la soberanía de los estados, si es un retorno a los tiempos del debate entre liberales y conservadores posteriores a la Constitución de 1824. Se trata de un pseudo debate porque nadie está menoscabando las facultades constitucionales de los gobernadores, que permanecen intactas. Lo que impugnan, expresa no la defensa de las libertades y de la soberanía estatal, sino los privilegios corruptos de quien manejaba a su antojo el presupuesto federal desviando recursos a otros fines como tomando indebidamente parte de esos recursos para su enriquecimiento personal. ¿No es ese manejo lo que hizo ricos a los Duarte y compañía?