“Todos los pueblos del mundo deben unirse para conseguir lo más sagrado, que es la libertad”
Ernesto Guevara de la Serna
El aniversario 101 del nacimiento del Maniba (abuelo venerable) de Sudáfrica, me hizo reflexionar sobre la lucha pacífica que tanto se le ha aplaudido y he incluso se le galardonó con el Premio Nobel de la Paz en 1993. La investigación y las cavilaciones vinieron acompañadas de las siguientes preguntas: ¿cómo se puede luchar pacíficamente contra un régimen racista? ¿Cómo se puede seguir inspirado en Gandhi cuando se pone en práctica un sistema completo de segregación y discriminación social, económica, cultural, política y territorial en perjuicio de la mayoría negra? ¿Qué tanto puede aguantar el pueblo los golpes, y represiones del gobierno? ¿Una revolución se realmente ganar sin disparar un solo tiro? El Che decía que no, y Mandela lo confirmó.
Al momento del nacimiento de Nelson Mandela en 1918, habían pasado 7 años de que el racismo se había institucionalizado en Sudáfrica, pues en 1911 se había aprobado una disposición discriminatoria que prohibía a los negros ocupar puestos de trabajo cualificados. En 1941 su amigo Sisulu es quien capta de inmediato las innatas dotes de líder de Mandela y lo introdujo en el Congreso Nacional Africano (ANC), un movimiento de lucha contra la opresión que desde hacía décadas venían padeciendo los negros sudafricanos. Pronto sus cualidades lo situarían en puestos prominentes de la organización. En 1944, Mandela fue uno de los líderes fundadores de la Liga de la Juventud del Congreso, que llegaría a constituir el grupo dominante del Congreso Nacional Africano; su ideología era un socialismo africano: nacionalista, antirracista y antiimperialista. El gobierno de Daniel Malan (1948-1954) puso en pie el llamado apartheid o “desarrollo separado de cada raza en la zona geográfica que le es asignada”, según la definición oficial, lo que en realidad un sistema de segregación y discriminación social. Los siguientes gobiernos siguieron la política idéntica. . Un decreto de 1949 prohibió los matrimonios mixtos (entre Afrikaaners descendientes de holandeses y los negros), reconocimiento oficial de las razas, segregación a la hora de utilizar servicios (incluso el espacio de las playas) y separación en las fábricas y en los transportes públicos. Bajo la inspiración de Gandhi, el Congreso Nacional Africano propugnaba métodos de lucha no violentos: la Liga de la Juventud del Congreso (presidida por Mandela en 1951-1952) organizó campañas de desobediencia civil contra las leyes segregacionistas. En 1952 Mandela pasó a presidir la federación del Congreso Nacional Africano de la provincia sudafricana de Transvaal, al tiempo que dirigía a los voluntarios que desafiaban al régimen; se había convertido en el líder de hecho del movimiento. El endurecimiento del régimen racista llegó a su culminación en 1956, con el plan del gobierno de crear siete reservas o bantustanes, territorios marginales supuestamente independientes en los que se pretendía confinar a la mayoría negra, que representaba más del setenta por ciento de la población. Tal medida conllevaba condenar a los negros no sólo a la marginación, sino también a la miseria: aquellas tierras no podían ofrecer un medio de vida porque estarían demasiado pobladas como para que su agricultura los pudiese alimentar, o para que sus industrias diesen trabajo a todos. Por lo demás, el poder blanco nunca estaría interesado en crear ninguna industria importante en tales reservas por el peligro de que fuesen competitivas respecto a las de las áreas blancas de la República. El Congreso Nacional Africano respondió con manifestaciones y boicoteos que condujeron a la detención de la mayor parte de sus dirigentes; Mandela fue acusado de alta traición, juzgado y liberado por falta de pruebas en 1961. Durante el largo juicio tuvo lugar la matanza de Sharpeville, en la que la policía abrió fuego contra una multitud desarmada que protestaba contra las leyes racistas, matando a 69 manifestantes (1960). La matanza aconsejó al gobierno declarar el estado de emergencia, en virtud del cual arrestó a los líderes de la oposición negra: Mandela permaneció detenido varios meses sin juicio. Aquellos hechos terminaron de convencer a los líderes del Congreso Nacional Africano de la imposibilidad de seguir luchando por métodos no violentos, que no debilitaban al régimen y que provocaban una represión igualmente sangrienta. En 1961 Mandela fue elegido secretario honorario del Congreso de Acción Nacional de Toda África, un nuevo movimiento clandestino que adoptó el sabotaje como medio de lucha contra el régimen de la recién proclamada República Sudafricana; se encargó asimismo de dirigir el brazo armado del Congreso Nacional Africano (la Lanza de la Nación) y su estrategia se centró en atacar instalaciones de importancia económica o de valor simbólico, excluyendo atentar contra vidas humanas.