Uno de los dones más preciados que las personas tienen desde su nacimiento, y que es inherente al ser humano, es el derecho a la vida, a la integridad física, a la libertad, y han ido adquiriendo con el tiempo otros derechos y obligaciones al convertirse en ciudadanos. Hoy vemos con tristeza que el derecho a la libertad de expresión se ve fuertemente amenazado.
Ante la intolerancia presidencial que, a través de sus mañaneras, agrede a quien osa disentir de su manera de pensar, o lo más grave, a todo aquel que no esté con su filosofía de la Cuarta Transformación (4T) pues sentenció que quien no está a favor de la 4T, está en contra, y eso atemorizó a propios y extraños; lo más grave del asunto es que amenazó con la fuerza militar para contener la disidencia.
El temor fundado es que el presidente de México automáticamente, es el jefe supremo de las Fuerzas Armadas, y así es desde 1821, que Agustín de Iturbide entró en México con su Ejército Trigarante, y sufrió varios cambios hasta con Venustiano Carranza, con el Ejército Constitucionalista. Nunca se ha dudado de la lealtad y disciplina del Ejército Mexicano, al igual que Adolfo Hitler comandó sus hordas en la Segunda Guerra Mundial, el problema actual es que la velada amenaza presidencial fue directa hacia el periodismo crítico de México, respaldado por el grisáceo General de División, Luis Cresencio Sandoval, que fue insaculado de un montón de comandantes de baja estofa, pasando por alto a prestigiados militares de carrera con estudios y trascendencia militar. Es peligroso que los jefes militares, ante la locura o demencia presidencial, puedan acabar con las libertades y masacrar al pueblo como ocurrió con Hitler, conculcar nuestros derechos y más el derecho a la libertad de expresión.
Ya lo vimos en Palacio Nacional, en donde vergonzosamente el secretario de la Defensa Nacional, Luis Cresencio Sandoval, servilmente denunció al periodista Carlos Loret de Mola, quien es el futuro del periodismo crítico. Si eso hizo un General, qué no hará un soldado.