Decía el gran sabio Albert Einstein: “La clase dominante hoy tiene bajo su influencia: las escuelas y la prensa, y por lo general también la Iglesia. Esto les permite organizar y gobernar las emociones de las masas, y convertirlas en su instrumento”. Y lo estamos viviendo en carne propia, con los sátrapas que hoy nos gobiernan, aprovechándose de nuestra ignorancia, que genera cobardía, docilidad y esclavitud, es decir, un sometimiento no solo de la razón, ni del entendimiento sino por el temor y por la fuerza. Los dictadores y los tiranos soberbios viven del elogio y la arrogancia del cobarde que limitan, coartan y extinguen las diversas corrientes de pensamiento, que generan verdaderos códigos de silencio, casi imposibles de romper.
Todos los días las agresiones a la libertad de expresión, a los que disienten de la mentira, hipocresía e injusticias van en aumento, y la represión calla conciencias, pensares y voces. Mientras la tiranía crece oprimiendo al pensante y obvio al pueblo ignorante, que se traga todas las mentiras del tirano a quien idolatran. Vivimos en un mundo donde, a pesar de la libertad que creemos gozar, se ningunea a todo aquel cuya opinión no se quiere que se escuche. Donde se puede matar socialmente a una persona, excluirla de todos los ámbitos, simplemente por plantearse pensamientos alternativos, a los impuestos al pueblo. Donde los que salen triunfantes son los que repiten sin cesar las consignas y que predican, sin reflexionar sobre ellas. Y por el contrario, los que se arriesgan a poner en tela de juicio lo impuesto, a replantear, aclarar y a criticar las mentiras del gobierno de la 4T, y todo aquel que no piense como ellos, están condenados al paredón del dictador, o sea, al fracaso oficial estrepitoso.