El Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador tiene una visión diferente de comprender, interpretar y hasta justificar; cada acontecimiento de corrupción de su gobierno autodenominado de la Cuarta Transformación (4T). Y al grito de “quién no está conmigo, está contra mí”, inicia una guerra permanente contra sus adversarios, pues “el que tiene el martillo todos los problemas le parecen clavos”, y en qué forma, para él imaginariamente hay enemigos por doquier, y se le olvida que ya es el PRESIDENTE DE TODOS LOS MEXICANOS, quien debe exhortar a la unidad y al trabajo, no dividiendo y acrecentando la brecha entre pobres y ricos, malos y buenos. Mientras, la indiferencia presidencial genera un gran impacto en los problemas económicos, sociales y sanitarios, que están diezmando a sus gobernados. Hoy suman más de medio millón de contagiados por Covid-19 y superan los 61 MIL muertos, el problema es grave para perder el tiempo en peleas innecesarias, picando crestas.
Hoy, esta pandemia ha cambiado el mundo de una forma acelerada, mostrando nuestras fortalezas y debilidades. México, ante esto, se ha enfrentado a una indiferencia y obsequedad oficial para conducir con rumbo este país, hay cada vez más errores y desaciertos, como decía Nicolás Maquiavelo, filósofo, político y escritor italiano: “Un hombre de Estado tiene que tener el ánimo dispuesto a cambiar según le indiquen los vientos de la suerte y los cambios de las cosas”. Y aquí no vemos ni camino ni rumbo. ¡Pobre México!