Desde tiempos inmemorables los Servicios de Salud Pública (SSA) –tanto a nivel federal como estatal– se han convertido en un barril sin fondo y una fábrica de nuevos ricos, pues por su interés sanitario y humanístico no tiene límite presupuestal, ni auditoría alguna. Solamente por cuestiones políticas y como chivo expiatorio, el secretario de Salud Pública del exgobernador Gabino Cué se encuentra encarcelado por la galopante corrupción que impera en este sector.
Y claro como una muestra de venganza política, pues en esta vida se perdona todo menos el escándalo, y es lo que actualmente está sucediendo en la Secretaría de Salud del Estado de Oaxaca, que para su mala suerte ha llegado puro pillo, que en forma expedita, se han llenado los bolsillos ante una nula política sanitaria en donde la escasez de medicinas es evidente, por lo que impera en todo el sector una anarquía que no garantiza la salud de los oaxaqueños.
Ahí están los números oficiales de contagios y defunciones en esta pandemia ocasionada por el Covid-19, que vino a mostrar lo peor de un sistema de salud nulo y colapsado y que, obviamente, las cifras mienten ante hospitales saturados, sin camas, ni equipo médico, ni protocolos sanitarios y lo que es peor sin vacunas, es decir, un caos total y una rapiña absoluta.
La muy cuestionada llegada de Juan Carlos Márquez Heine como titular de los Servicios de Salud de Oaxaca, después de sus grandes pillerías cuando fue director del Seguro Popular en el mismo sector y que no garantiza la rectitud y honestidad en esta secretaría, donde ya empezó a colocar a sus colaboradores, que no son más que cómplices para tapar la suciedad que ancestralmente ahí campea. Sus secuaces no reúnen perfil alguno para justificar su estancia en los cargos designados, como es el caso del flamante subsecretario de Administración y Finanzas, Jaime Raymundo Zárate Moreno, que sin profesión o título alguno se ostenta como abogado y firma a diestra y siniestra documentos oficiales que –dada su falsedad– carecen de validez jurídica. Para ello han empezado a correr los contrapesos que obstruyan sus pillerías; mientras tanto, el pueblo de Oaxaca agoniza lentamente sin acceso a los Servicios de Salud. Incluso la muy cuestionada Auditoría Superior de la Federación (ASF) ha realizado serios cuestionamientos sobre la abierta corrupción que prevalece en esta secretaría, que va desde la venta de medicamentos, la inflación de presupuestos y el pago de conceptos que desvían hacia sus bolsillos. Los sindicatos llenos de prebendas y canonjías callan para convertirse en arteros cómplices al jugar con la salud de los oaxaqueños.