Un hombre extranjero ya mayor, con bermuda amplia y desgastada, larga barba café, un arete en uno de los oídos, con gorra víscera hacia atrás camina por los pasillos del mercado Democracia, en el tradicional barrio de La Merced; en una mano lleva un plástico con bolillos, en la otra, de esas bolsas para mandado que regalan cada fin de año en panaderías, carnicería o pollerías, a no ser por su aspecto, podría pasar como cualquier otro oaxaqueño, pero no lo es.
El hombre recorre uno a uno los puestos de semillas, la pollería, frutería o verdulerías y, ya empapado en la cultura oaxaqueña, pregunta precios, regatea, toca, levanta, mira, prueba. Quizá tenga ya varios años en la Verde Antequera, por lo que ya conoce todos los códigos de convivencia comercial de los mercados tradicionales.
Como a él, también hay mujeres extranjeras, matrimonios o familias los podemos ver recorrer las calles, descansar en parques, acudir a restaurantes, fondas, comprar una torta en una lonchería o hacer una “parada técnica” en algún puesto callejero de la capital, como cualquier habitante nativo de esta ciudad.
Son parte de un fenómeno silencioso llamado Gentrificación. Este cambio paulatino es muy aplaudido por comerciantes, empresarios inmobiliarios y turísticos pero ya ha levantado voces de alerta entre los habitantes de barrios tradicionales, algunos Comités de Vida Vecinal (Convive) porque ha llegado a trastocar el tejido social doméstico, afectado a tradiciones y trastocado la vida comercial y social donde han aparecido.
En el artículo “Gentrificación en Oaxaca: Lo que no se dice del turismo” del CESOP, se da cuenta que la ciudad de Oaxaca se ha convertido con el pasar de los años en un lugar atractivo, lo que ha traído consigo un gran número de turistas, e incluso, muchos de ellos se han convertido en nuevos residentes de la ciudad, generando diversos cambios; sin embargo, esas modificaciones han favorecido más a las personas ajenas a Oaxaca que a los propios oaxaqueños.
El autor del artículo Ángel Giovanni Mendoza Serret da cuente de “los enormes beneficios” que trae el turismo, pero el fenómeno ha desplazado a la ciudadanía oaxaqueña originaria en beneficio de personas con una mayor solvencia económica.
“Hemos observado una gran cantidad de turistas caminando por las calles de nuestra ciudad, muchos de ellos extranjeros, esto es comprensible ya que un artículo publicado por la revista Forbes en el año 2021, nos muestra que la ciudad de Oaxaca se encuentra entre los 10 destinos turísticos más comunes de los visitantes de todo el mundo, pero, más allá de visitar la ciudad, algunos incluso optan por comprar algún inmueble para quedarse a vivir aquí”. Se ha trastocado el mercado inmobiliario.
Pero este “desarrollo” sin duda tiene un costo para los oaxaqueños y ello ha sido el desplazamiento de los habitantes tradicionales a otros lugares por el costo que significa vivir ya en barrios como Xochimilco, Jalatlaco o algunas zonas del centro histórico. Se han encarecido las rentas, los servicios; se ha elevado los precios de básicos, el mantenimiento de edificaciones, entre otros. El año pasado, de acuerdo con datos del Inegi, Oaxaca se mantuvo por muchos meses entre las ciudades más caras para vivir, con una de las más altas tasas de inflación.
Los oaxaqueños de antaño se han visto desplazados porque a la barriada, en la casa de junto han llegado personas ajenas a dichas colonias, incluso de procedencia extranjera para abrir negocios no para atender a la población tradicional, sino para tener en la mira al turismo, sobre todo foráneo, como su principal atractivo y eso transforma las prioridades de la zona habitacional para convertirla en negocio.
En algunos casos, con anuencia del municipio que solo lo mueven interesas monetarios, se ha experimentado un boom de giros negros, muchos de ellos instalados en terrazas de construcciones tradicionales, ello ha llevado a recordar lo dicho por la arqueóloga Nelly Robles (impulsora de la inscripción de Monte Albán y el Centro Histórico a la Lista de Patrimonio Mundial) y el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS) que considera que el centro histórico se ha convertido en una cantina. Con el consecuente detrimento de la calidad de vida de quienes han resistido la gentrificación.
“Este fenómeno inició cuando se multiplicó la oferta de servicios a los turistas, quienes visitan la capital cada vez en mayores cantidades” (más de 152 mil durante las fiestas del programa oficial Guelaguetza 2022. “La consecuencia (de la gentrificación) ha sido la expulsión de los habitantes originales de esta zona, así como las modificaciones a la arquitectura colonial, las cuales ponen en riesgo su categoría como patrimonio cultural de la humanidad”, subrayan Arturo Méndez Quiroz y Mario Samuel Ceballos López, en su artículo “Gentrificación turística”.
En la dinámica establecida, con la anarquía generada desde instancias oficiales como inversiones en favor solo del turismo, sin detenerse en los habitantes de siempre, se está soslayando a los verdaderos guardianes de la cultura oaxaqueña, sus habitantes y privilegiar el negocio por la cultura podrá traer, a corto plazo, consecuencias irreparables para la ciudad.
Que un extranjero camine, se mimetice con vestimenta y haga los mismo que un oaxaqueño no garantiza la preservación de nuestra cultura. Buscan incrustarse en la vida cotidiana de la ciudad, pero sin el bagaje cultural con el que contamos, y eso irá trastocando nuestra ciudad, como ya lo ha hecho en algunos barrios, que se han transformado en “invivibles” o inalcanzables para los capitalinos.
Y eso hay que evitar, aún se está a tiempo.