Una a una las va uniendo con el hilo de algodón al que previamente ha tratado con propóleo. En sus manos, las plumas de guajolote pintadas de rojo, verde, morado u otros colores se van convirtiendo en las coronas (comúnmente conocidas como penachos) que usarán los danzantes de la Pluma. Desde su taller Buidoo xtera duu (que del zapoteco al español se traduce como “el espíritu de la pluma”), Iván Cruz López cuenta que su oficio involucra plumería y arte plumario.
Originario de la Villa de Zaachila y de 43 años de edad, Uván se define como un artesano que aprendió el oficio hace 9 años con un amigo y maestro: Adrián Morales, de San Jerónimo Tlacochahuaya, lo ha preservado como pocos en la región del valle central de Oaxaca, donde sus creaciones son parte fundamental en la indumentaria tradicional de la danza de la Pluma. Como la plumería y el arte plumario, la danza es compartida por poblaciones como Zaachila, Cuilápam de Guerrero, Tlacochahuaya y San Bartolo Coyotepec.
Su oficio es hacer las coronas de la daza a partir de la pluma de guajolote, que consigue principalmente en Puebla y de gallo.
Es una labor bastante larga porque hay que elegir cada una de las 4 mil a 5 mil plumas que se van a utilizar por cada uno de los tocados. De ahí viene el tinturado que se tiene que hacer en épocas de mucho sol y poco viento para que la pluma recupere su forma y un proceso de tejido que se llama entorchado”.
Con esta técnica, Cruz “entorcha” 19 carrizos (de recolección local), en los cuales las plumas son tejidas con hilo de algodón cubierto de propóleo, que al mismo tiempo es conservador y adhesivo. Una vez tejidas las plumas, la corona se arma con figuras de hojalata (que elaboran otros artesanos de la región), listones y pompones.
Elaborar cada corona puede tomar seis meses aproximadamente, aunque en el taller de Cruz López el tiempo ha logrado reducirse significativamente al tener todos los materiales disponibles y con ayuda de otros artesanos.
El oficio podemos dividirlo en dos: la plumería, que es tinturar la pluma y hacer plumeros tejidos. Y el arte plumaria es utilizar la pluma natural, donde también existen técnicas para cambiar el color, pero se cambia la iridiscencia o se hacen composiciones y se usan diferentes adhesivos y técnicas para sujetar la pluma”, explica el artesanos sobre un oficio de orígenes prehispánicos y que en algún momento fueron “botín de guerra”.
En Zaachila, Iván señala que el suyo es el único taller de arte plumaria y plumería, aunque en otras comunidades de la región hay otros artesanos de este oficio, conocidos también como amantecas en la lengua náhuatl.
Dependiendo de las formas de las coronas o tocados, estos pueden recibir diferentes nombres, explica. Por ejemplo, el de Zaachila se llamaría apanecáyotl, “que quiere decir: ‘la puesta del sol’. Hay otras coronas que trabajan en Teotitlán del Valle, que son circulares, pero me parece que no son de origen prehispánico, tienen simbolismo del centro del país y recientemente se han hecho”.
Tanto la forma como sus elementos guardan varios significados, explica el artesano. “Si observas una corona, por sentido común vas a ver el sol y sus rayos. Incluso, si cuentas las astillas que tejemos, que son 19, y las multiplicadas por 19, te da 361; es un calendario agrícola. Seguramente está escondido este conocimiento”.
Las cuatro estrellas de la corona aluden también a las constelaciones como las que observaban los zapotecos, dice Cruz López. Asimismo, explica que recientemente se han colocado algunas grecas como el glifo C, la greca escalonada mixteca y zapoteca, entre otras que pueden representar otras ideas.
Las coronas que elabora Iván son solicitadas por diferentes grupos de danza de su comunidad o de otras del valle central. Aunque varias han llegado a otros destinos desconocidos en el país y el extranjero.
Piezas como esta pueden pesar hasta 3 kilogramos si son nuevas o bajar hasta el kilo y medio con el paso del tiempo y uso. La durabilidad es de hasta 40 o 50 años y los precios varían desde los 1,800 hasta los 15 mil pesos.
Aun con el paso del tiempo y los usos, Iván considera que en lo general se han respetado las formas tradicionales de la corona: semi circular, de gota y circular. “Lo que sí ha cambiado es la coloración. Nos piden un tinturado que antes no se utilizaba y como artesanos eso es un reto”, además de agregar otras figuras. Pese a ello, los colores más recurridos son el verde, amarillo, blanco y rojo relacionados con la idea de patria.
La danza de la Pluma
Presentada en los atrios de la iglesia de Zaachila por las festividades religiosas y desde hace varias décadas en los espectáculos del Lunes del Cerro, la danza de la Pluma es para Iván “una danza de movimientos cosmogónicos”, en la que bailan armónicamente el sol y ocho planetas. Pero también una representación del pasado colonial.
En otros contextos se comenta que la danza de la Pluma es la Conquista (de España a lo que después se convirtió en México) y figuran personajes como Moctezuma y Cortés, que tienen una contienda… una especie de teatralidad en donde habían parlamentos e incluso la comunidad participaba en esta ejecución en los atrios” cuenta quien también fue danzante por más de 30 años y que desde hace 15 comparte sus conocimientos en el grupo infantil Danza de la Pluma de Cosijoeza.
Pero más allá de esas interpretaciones considera que es una manera en que siguen vivas la identidad y tradición de este pueblo mixteco-zapoteco.