Publicar sus historias no estaba en los planes de Azarel Doroteo Pacheco, un ingeniero de originario de Asunción Tlacolulita que desde la niñez estuvo atraído por la lectura. Después de 10 años de ser parte de talleres y un colectivo literario, su mentor Kurt Hackbarth lo animó a no desperdiciar lo creado en esa década, en lo que Pacheco consideró siempre como un “pasatiempo”.
Con 41 años de edad, el programador de computadoras aceptó el reto y recientemente su libro de cuentos “El bastardo” fue presentado en la biblioteca Andrés Henestrosa, en la ciudad de Oaxaca. El volumen de la editorial Matanga reúne ocho historias ilustradas por Julián Cicero.
“Jitanjáforas”, “Sobreprecio”, “La bicicleta de Carlitos” y “Regreso al mar” son algunos de los cuentos que conforman el libro.
Yo no estaba tan convencido (de publicar), pero al final decidimos que sí”, confiesa Azarel, quien como lector dice tener muchos autores favoritos, pero a los que más ha recurrido y releído son Jorge Luis Borges, Juan Rulfo y Julio Cortázar. Lector asiduo de cuentos “clásicos”, Arango también gusta de la literatura contemporánea.
¿Qué lleva a un ingeniero a interesarse en la literatura? Solemos pensar que ciertas disciplinas están opuestas.
Casi, casi. También tengo el lado literario, yo soy muy cercano a la literatura, pero de parte de la lectura, desde niño me ha gustado leer.
Se dice que para escribir primero hay que ser lector…
Sí, claro. Pero son habilidades distintas, por mucho que tenga el hábito de la lectura, escribir es distinto; se necesitan habilidades distintas y se desarrollan cosas distintas.
Como lector, ¿qué has aprendido? ¿Qué te ha gustado?
Como lector, simplemente conocer las historias es muy interesante. Me llama la atención la parte técnica, de cómo alguien puede llegar a provocar algo en ti simplemente con palabras.
El saber usar el lenguaje…
Sí. Cómo puedes llegar a sentirte triste, alegre o enojado simplemente por leer un conjunto de símbolos que… algo provocan en tu persona. Están reflejando algo en ti. Eso me parece fascinante. Y por ahí la labor del escritor tiene mucho que ver, pero el lector complementa, es el otro 50 por ciento de ese proceso. Como lector hay cosas que nos resuenan y no. Podemos leer textos que están técnicamente perfectos y que no te transmiten. No es un error de la escritura, es simplemente que como lector no empatas con el texto.
¿En tus cuentos te has planteado no solamente hacer buen uso del lenguaje sino transmitir o generar algo en quien los lea?
Procuro que sí, pero entiendo que existen personas a las que esto les va a parecer muy cercano y se van a sentir más identificadas y otras que lo van a ver muy lejano, que no es lo que esperan. Es normal en las artes, hay algo que todo mundo dice que está buenísimo y tú no empatas con eso. Y hay cosas que dices: a todos mis amigos no les gusta, pero a mí me encanta, me transmite mucho. Trato de transmitir, ojalá que lo consiga en la mayoría de las personas, pero entenderé que haya quienes no estén ese humor para adentrarse en estos textos.
¿Cómo decides qué historias escribir y contar?
Antes de escribir nunca me planteo ‘quiero escribir sobre esto’. Más bien tengo una historia que me gustaría contar y empiezo a trabajar sobre ella. En el transcurso de la escritura te vas dando cuenta de que tal cuento, en el fondo, está hablando de otra cosa… La historia te cuenta algo, pero como lector vas entendiendo que hay ciertos códigos que aparecen en el cuento. El lenguaje te está diciendo algo, pero lo que está callando también es importante. Ahí ya es labor del escritor apuntalar esos puntos para que el cuento gane en sustancia.
¿Cuál era la razón para que no publicaras tus cuentos?
Estuve en el taller y colectivo Cuenteros casi 10 años y en un punto decidí que ya era suficiente con ese ‘pasatiempo’, que no hay más que pueda hacer en este rubro. Kurt me dijo que estaba bien si no quería continuar, pero si llevaba tanto tiempo invertido tratara de publicar los textos. Yo no estaba tan convencido porque involucra mucho trabajo hacer la parte final del proceso, aunque la creativa tiene su complicación y es más disfrutable. La última parte, la técnica, es eliminar cosas, cambiar, mejorar, y eso conlleva un estrés que no estaba dispuesto a pasar, sobre todo porque no es mi área, no me dedico a las letras. Eso era un pasatiempo.
¿Cuál es tu perspectiva sobre la literatura que se crea en Oaxaca?
Me sorprende que se esté haciendo narrativa. Oaxaca había destacado mucho por poesía, pero casi no se hacía narrativa y ahora se hace. Ojalá que continúe, que los escritores sigan apostando por la narrativa, y por la poesía. Pero que se diversifique la literatura estaría genial. Hay editoriales oaxaqueñas que están publicando a autores oaxaqueños, hay colectivos para mejorar la calidad, hay talleres, se está dando vida a la actividad literaria en Oaxaca.